FASE 1 – LA EXPERIENCIA DEL ENTORNO
He elegido mi habitación como mi lugar seguro porque, a lo largo de mi vida, ha sido el único espacio que realmente he podido personalizar y llamar «mío». Después de muchas mudanzas durante mi infancia, donde no pasava más de unos meses en un lugar, finalmente encontré en esta habitación un refugio donde ppdía ser yo misma y escapar del caos exterior.
Lo que me hace sentir a gusto es la atmósfera que he creado. La luz cálida y la disposición armónica de los muebles me brindan una sensación de calma y relajación. Cada elemento en la habitación tiene un significado, tiene una historia detrás y eso me conecta emocionalmente con el espacio. Por eso la habitacón está en constante cambio mientras yo voy creciendo. Actualmente, hay un elemento que me resulta molesto: la necesidad de una mesa más grande para mis estudios ahora que he comenzado la carrera, pero nada que no pueda solucionar.
No creo que haya otro lugar en el mundo en el que me sentiría más cómoda y más «en casa» que en ese cuarto. Y me parece curioso como influyen las condiciones de mi habitación en mi estado de ánimo. Si está desordenada o sucia, me siento incómoda, agobiada. En cambio, cuando está limpia y ordenada, me siento tranquila y enfocada. La organización de mi espacio refleja mi bienestar mental y emocional.
En cuanto a cambios, definitivamente necesito una mesa más grande para poder estudiar y trabajar mejor. También podría considerar añadir algunos elementos decorativos que reflejen mis intereses actuales. Pero en general, me siento muy agusto en este espacio tan personal y acogedor mara mi.
FASE 1.2. – DESCRIPCIÓN DEL LUGAR
La habitación es relativamente grande, con paredes completamente lisas y blancas. Estas están adornadas con estanterías de madera llenas de libros, fotos, objetos de interés y recuerdos. La mayoría de los muebles son blancos, pero los objetos que los adornan provocan un contraste calido al espacio, aportando comodidad y un espacio agradable.
En las esquinas opuestas de la habitación hay dos grandes cajoneras. Frente a la ventana, que proporciona luz natural, se encuentra una mesa de estudio con un par de cajones. Las ventanas están repletas de fotos y recuerdos. Sobre la mesa hay una pantalla de ordenador curva conectada a una torre que se ubica debajo, junto a una pequeña papelera.
Nada más entrar en la habitacion, a mano derecha, hay un gran armario de tres puertas, una de las cuales es un espejo. Sin embargo, lo más destacado de la habitación es la cama, que mide 150×195 cm.
Es enorme y está repleta de mantas, cojines y peluches en tonalidades blancas, grises y marrones. La estructura de la cama incluye cuatro cajones de almacenaje. A los pies de la cama hay una cama para perros con una pequeña manta, y pegada a la cama, una gran estantería repleta de libros y recuerdos.
FASE 2 – LECTURA, COMPRENSIÓN Y REFLEXIÓN DE UN TEXTO
En la charla de «Atmósferas», el arquitecto Peter Zumthor, el autor se sumerge en la compleja relación que existe entre la arquitectura y la experiencia humana. A través de sus reflexiones, Zumthor comenta que la verdadera calidad arquitectónica no se mide por la fama o el reconocimiento en la profesión, sino por la capacidad de un edificio u obra para conmover al espectador. Para esto, utiliza el concepto de «atmósfera», es decir, una «sensibilidad emocional» causante de las impresiones inmediatas y las emociones que surgen al interactuar con un espacio. Esta relación se compara con lo que podría ser una primera impresión de una persona, que es lo que nos transmite nada más verla.
A través de una anécdota personal, el arquitecto revela cómo todos los elementos (los colores, materiales, la luz, el sonido y la presencia de otras personas) se unen para crear una sensación de conexión y armonía. En este sentido, Zumthor enfatiza que la «magia» de la arquitectura radica en su poder para generar emociones, estableciendo un diálogo profundo entre el individuo y su entorno, un aspecto esencial que guía su labor creativa.
Aquí mismo, el autor sobrepone lo que él llama la «magia de lo real» por encima de la «magia del pensamiento», lo que sugiere que la autenticidad y la realidad de los espacios que creamos tienen un impacto más significativo que las ideas abstractas. Por esto mismo, sentimos cosas al verlas y tenerlas presentes, y no al recordarlas o imaginarlas.
Menciona que en la arquitectura, igual que en todo, debe existir un procedimiento, intereses, instrumentos y herramientas que guíen su proceso creativo. Esto sugiere que la arquitectura no es solo un acto de inspiración, sino también un trabajo. A continuación, Zumthor compartirá sus hallazgos segmentados en nueve capítulos, los cuales menciona que son altamente sensibles e individuales, lo que sugiere que sus descubrimientos y su trabajo están profundamente arraigados en sus propias experiencias y emociones.
En el primer capítulo, el autor compara la arquitectura con un cuerpo humano, enfatizando la importancia de su «anatomía», es decir, la disposición y relación de sus elementos. Al igual que en un cuerpo, en la arquitectura, la interacción de los materiales es fundamental para crear un espacio.
En el segundo, con una experiencia personal, Zumthor nos habla de los materiales, destacando que cada uno tiene múltiples posibilidades y que su combinación puede alterar significativamente la percepción y el funcionamiento de un espacio.
En el «sonido del espacio», con una serie de ejemplos y experiencias de su infancia, el autor compara cada espacio con un instrumento que amplifica y transmite sonidos, de la misma forma que antes mencionaba que las atmósferas nos transmiten emociones y sensaciones.
En cuarto lugar, nos habla de la temperatura en relación con un espacio, usando el Pabellón de Suiza en Hannover para explicar cómo los materiales influyen en la sensación térmica de un espacio, provocando un cambio drástico entre las sensaciones experimentadas en el interior y en el exterior.
En el quinto punto, a través de su experiencia en Colonia, donde quedó impresionado por la riqueza de detalles en las casas de Heinz Bienefeld, el autor reflexiona sobre si la tarea de la arquitectura es también crear un entorno que albergue estos objetos y coexista con ellos de forma melódica.
En su sexto punto, titulado «Entre el sosiego y la seducción», el autor enfatiza la importancia de diseñar espacios que permitan a las personas moverse con libertad y disfrutar de su entorno, invitándolas a moverse como en un vals. Esta libertad debe ir acompañada de una capacidad de orientación para evitar que el espacio se convierta en un laberinto. Además, resalta la necesidad de crear lugares de calma y tranquilidad, comparándolos, por ejemplo, con la experiencia de un cine.
El séptimo capítulo nos habla sobre la fascinante tensión entre el interior y el exterior en la arquitectura. Según Zumthor, son algo fantástico: los tránsitos, los umbrales… los pequeños espacios de transición del exterior al interior, generando cierta similitud entre lo público y lo privado. Utiliza ejemplos de la arquitectura, como un castillo, para ilustrar cómo las fachadas comunican intenciones y secretos y, finalmente, nos habla de cómo comunican los edificios su presencia en el entorno.
En los «Grados de intimidad», el autor reflexiona sobre la relación entre la proximidad y la distancia en la arquitectura, enfatizando cómo la escala (aunque suene muy académico) y las dimensiones afectan la experiencia humana en un espacio.
Con «escala», él se refiere a aspectos más subjetivos y sensoriales, usando como ejemplos las puertas y muros, y cómo estos pueden por sí mismos demostrar grandeza. De la misma forma, un gran edificio, a pesar de su descomunal tamaño, puede no resultar intimidante; depende completamente de con qué intención haya sido diseñado.
En su noveno y último punto, el autor finaliza con la importancia de la luz en la experiencia arquitectónica. Al observar la luz en su propia sala de estar, se da cuenta de cómo esta afecta la percepción de los espacios, creando sombras y resaltando superficies. De la misma forma le ocurrió al autor con una obra del artista Walter De María.
En sus reflexiones finales, Zumthor identifica dos ideas fundamentales en su hallazgo. La primera es que, al diseñar un edificio, es crucial considerar la iluminación desde el principio. Hemos de verlo como una masa de sombras y, luego, ser capaces de crear espacios que permitan la luz deseada. De lo contrario, nos encontraríamos con las típicas casas y estructuras apagadas. La segunda idea del autor consiste en seleccionar materiales y superficies que tengan en cuenta cómo reflejan la luz. Se lamenta de estas casas apagadas que no aprovechan la belleza de la luz natural.
Junto a estas reflexiones finales, se plantea si habrá dicho todo lo necesario; de esta forma, confiesa que aún tiene tres puntos adicionales que son más personales y subjetivos. En el primero de los tres, le apasiona crear edificios que se integren en la vida de las personas, que se integren en el entorno y que sean recordados con cariño incluso años después de su construcción. Para él, esto tiene que ver con el amor desde un punto de vista muy personal, desde cómo él ama la arquitectura y el entorno y la satisfacción personal de que el resto del mundo también lo ame. En el segundo punto, «Coherencia», el autor reflexiona sobre la importancia de la funcionalidad en la arquitectura. Considera que el diseño ha de servir eficazmente a su propósito, por lo que ha de llegar a «ser el mismo» en todo su esplendor.
Llegados a este punto, solo falta algo de qué hablar, algo de lo que el autor ha evitado hablar. Y es que su trabajo se centra en aspectos como el sonido, los materiales y la lógica de la construcción (anteriormente mencionados), manteniendo un enfoque en el lugar y el uso. A menudo, tras el proceso de diseño, se sorprende al descubrir una forma que no había imaginado, lo que le provocaría alegría y orgullo. Sin embargo, si esa forma final no le parece hermosa, vuelve a empezar desde cero. De esta forma, nos expone que su objetivo realmente se basa en lo que es «la forma bella». Esto es, según el autor, a lo que ha de llegar la arquitectura.